ACTUALIDAD | Instituto de Humanismo y Tradición Clásica
INSTITUTO DE HUMANIDADES
Línea de Investigación Mito, Conocimiento y Acción
V Simposio Internacional Mito, conocimiento y acción
La luz y la representación de lo divino
Primer llamado para presentar comunicaciones
Fecha: 19 de junio de 2023
Lugar: Universidad Panamericana, Campus Aguascalientes (México)
Organizadores: Línea de Investigación Mito, Conocimiento y Acción.
Duración de las ponencias: 20 minutos (más 10 de diálogo).
15 de abril de 2023 es la fecha límite para envío del título de la ponencia, resumen (hasta 300 palabras) y breve CV (no más de cinco líneas); dentro de los diez días posteriores a esta fecha la comisión académica del V Simposio se expedirá acerca de la evaluación de la propuesta.
Si bien la modalidad será híbrida, nos alegrará en el corazón recibirlos en el Campus Aguascalientes.
Las dudas o consultas pueden dirigirse a los organizadores del Simposio Internacional: Dr. Claudio Calabrese ccalabrese@up.edu.mx y Dra. Ethel Beatriz Junco ejunco@up.edu.mx
El horizonte del llamado para presentar comunicaciones
Welch Getöse bringt das Licht!
Goethe, Faust
El fenómeno de la luz ha tenido vasto alcance en la formación de una matriz simbólica que está presente en todas las religiones y, en cada una de ellas, asume un aspecto diverso, pero complementario; el talante tal vez más arcaico del símbolo de la luz es el cosmogónico, pues tiende a marcar un comienzo absoluto de lo que significa ser y existir. La imagen de un amanecer primordial, que encontramos en el Génesis de manera paradigmática como un evento de Voz y Luz, está también en la antigua religión egipcia, tal como se presenta en las divinidades Amón y Atón, especialmente en el último, quien es centro de un claro culto henoteísta de cuño solar (vid. Himno a Atón); también tenemos presente a la divinidad Prajā-pati, incardinada en el Rig-Veda, creadora de la luz y de la armonía. Este motivo nos lleva también a Buddha, el iluminado. Dentro del árbol abrahámico, el Islam también tiene a la luz como núcleo de su teología (vid. Sura XXIV y la exégesis del místico sufí Al-Ghazali).
Si la vida en un cierto “llegar a la luz” y vivir es permanecer a la luz del sol o estar iluminados en el cielo nocturno por la luna, podemos recordar tanto a la tradición pitagórica, que consideraba que las almas de los muertos se convertían en estrellas, cuanto al Libro de Daniel (12, 13), pues hacen de aquella imagen de la luz, el reclamo escatológico que equipara sabiduría y resplandor cósmico. La lectura de la tradición cristiana también afecta el significado y, entonces, la representación del cosmos: Cristo es el sol, la Iglesia es la luna y los cristianos son astros iluminados. El Apocalipsis es la culminación de esta tradición que conjuga inmanencia humana y trascendencia divina, dado que, en términos escatológicos, en la Jerusalén nueva “No habrá más noche y no se necesitarán más luz de lámpara ni luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará” (22, 5).
Parte fundamental de este motivo, sin duda, resulta la antítesis luz-tiniebla, pues constituye un paradigma moral y espiritual, tal como aparece en el Prólogo del Evangelio de Juan, donde se concentran Luz y Verbo (1, 5). También en los textos de la comunidad judía de Qumrán, en las orillas del Mar Muerto, activa desde el siglo I a. C., leemos acerca de la guerra entre los hijos de la luz y los de las tinieblas, siguiendo una sintaxis simbólica para acotar la oposición entre bien y mal, entre elegidos y rechazados. Nos encontramos con esta dualidad en los principios antitéticos del yin -yang, en la lucha de deidades como Marduk y Tiamat, en el mundo babilónico, o Ahura Mazda y Ahriman en el mazdeísmo persa o Deva y Asura en la tradición de la India y en la gnosis de cuño cristiano o en la maniquea.
También consideramos, en este contexto, el horizonte místico, tal como lo presenta san Juan de la Cruz: el tormento, la prueba y la espera de la noche del espíritu preanuncia y reclama la luz del encuentro con Dios. De este modo volvemos a nuestro acápite (“¡Qué estrépito produce la luz!”): esta afirmación reclama, efectivamente, un signo de la gloria, una metáfora sagrada, cuya irradiación se transmite en la historia, descendiendo del infinito a la finitud.
Claudio Calabrese
Ethel Beatriz Junco
Universidad de León
Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Vegazana S/N
24071 León
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